Historia

HISTORIA

El verano de 2013, dos hermanos residentes y con raíces en el municipio, decidieron crear un club en el cual poder disfrutar juntos del fútbol sala, y que mejor idea que honrar a su apellido Díaz de tal manera, que bautizando el club con el nombre del molino dónde se criaron a la sombra de sus abuelos,  LA ROMA.

Con estos ingredientes cocinaron un equipo rodeados de amigos y familiares para inscribirse en la Liga ASOLEFUSA, una competición local de categoría amateur con mucho nivel.  Así, tras tres años llenos de aprendizaje y evolución entrenado en  el CEIP de los Adiles en Villaobispo de las Regueras y compitiendo en el Polideportivo de Navatejera, el equipo realizó la mejor temporada de su breve historia proclamándose campeón de la Copa ASOLEFUSA 2015-2016. Destacar también, la obtención de dos títulos de campeón en el Torneo de Futsal Cup de Cambrils contando sus participaciones con victorias en los veranos de 2015 y 2017.

No poco con esto, en 2016 y tras un tiempo gestándose, vio la luz una nueva sección del club dedicada a la lucha leonesa. Otro guiño a la saga familiar paterna y al propio deporte autóctono, ya que ambos se encontraban en peligro de extinción. La línea sanguínea debido a que el presidente del club  fue el último en luchar, y respecto a la lucha, porque con el paso del tiempo cuenta con cada vez menos adeptos. Suficientes motivos para ponerse de acuerdo con el Ayto. y gestionar la EDM de lucha leonesa, que tras tres años de captaciones, entrenos en el CRA de Villaquilambre y corros Interescuelas  organizados por la Diputación de León por toda la provincia, se encuentra en su máximo esplendor con diez luchadores y luchadoras de entre cuatro y catorce años que ya empiezan a destacar en sus correspondientes categorías y pesos. Será a partir de cadetes (15 y 16 años) cuando se añadan las categorías femenina y masculina.

Y así es como se ha forjado la gran familia romana, que además en el plano organizativo han trabajado junto con el Ayuntamiento para recuperar  el CORRO DE BASE DE LUCHA LEONESA, el cual hacía mucho tiempo que no tenía lugar, y otra competición olvidada en el municipio, organizando para el Ayuntamiento el  I TORNEO DE FUTBOL SALA AYTO. DE VILLAQUILAMBRE.

Para terminar y al grito: ¿HAY QUIÉN LUCHE… O ME CALZO?, desde el club queremos dar a conocer a los más modernos de hoy en día, un poco de la historia de este deporte autóctono que además de preocuparnos por su supervivencia, queremos fomentar su crecimiento con nuestra escuela deportiva de lucha leonesa. La ilusión de este proyecto nace, como leeréis a continuación, del seno de nuestra familia molinera con larga tradición luchadora que llega hasta la figura del presidente del club Florencio Díaz Robles, quién a pesar de dar sus primeros pasos en los corros a finales de los sesenta, no tuvo continuidad debido a que emigró al extranjero en una época difícil para el pueblo español y que a su vuelta se ha conformado con disfrutar de los aluches siendo un asiduo de los mismos.

Así, siendo “el presi” el último eslabón de la saga que luchó, retrocedemos en el tiempo para llegar a la argolla anclada a principios de siglo XX y que tenía el nombre de Florencio Díaz Villafañe (abuelo del presidente de La Roma), más conocido como el “Molinero de Garrafe” y considerado un mito de la lucha leonesa por sus hazañas y su humanidad. El molinero, nacido en Palazuelo de Boñar en 1893, fue el gran dominador de los corros en las primeras décadas del siglo, especialmente en los años 20 y 30; y no solo en su comarca, ya que gracias a su hermanos Emiliano (otro gran luchador conocido como el molinero de “Villaverde de Arcayos” ), Máximo (el molinero de “Villaverde de Santa Mar del Río” ) y a sus siete hijos que tenía repartidos por la provincia (La Vecilla, Barrilos, Valdepiélago, Matallana, Beberino, Pola de Gordón y el conocido Molino La Roma en Villaquilambre) ganó corros más allá de la ribera del Torío en lares tales como Prioro, Puente Almuhey, Las Salas, Mansilla, Cerezal, Carrizal, etc.  El hecho de que sembrara la provincia de molineros fue significativo para la lucha, ya que  ayudó a su expansión y fomento siendo la palabra molinero  sinónimo de luchador. Ninguno de los vástagos (Gerardo, Mariano, Máximo, Adolfo, Florencio, Antonio y Emiliano) consiguió la fama de su padre, aunque sí fueron buenos luchadores y lo demostraron en varias ocasiones saliendo vencedores del desafío  lanzado en el corro al grito de “Los hijos del molinero de Garrafe… a todos” (especialmente en el corro de la romería de las Manzanedas). Entre sus hijos cabe mencionar individualmente  a Emiliano, que a pesar de no tener juego en una de sus rodillas logró destacar hasta que un accidente en la mina (en un periodo de prueba sin dejar el molino) acabó con su vida prematuramente; y en el Molino La Roma, Florencio Díaz Álvarez (padre del presidente) atesoraba mucha clase, pero su mayor combate lo tenía en el hogar ya que casó con una mujer poco aficionada a la lucha y le costó más de un disgusto acudir a algún corro incluso tras haber salido victorioso.

El molinero de Garrafe murió en 1939 debido a un cáncer que a diferencia de sus rivales, sí pudo mancharle la espalada. De él, dicen los más antiguos aficionados que fue el primer mito de este deporte y que su dominio era fruto de la unión de fuerza , calidad y esa técnica especial que siempre han tenido los molineros.

Gerardo, su primogénito y quién llegó a coincidir con él en algún corro, recordaba como algo habitual verle levantar sacos de 100 kilos por las ataduras. Periódicos como la Mañana, la Democracia o el Diario de León además de relatar sus hitos,  llegaron a opinar en un artículo exclusivo sobre su figura (nada habitual par aquella época), que luchadores como Florencio podían cambiar el panorama de los gustos de los espectadores leoneses ya que un periodista como Antra afirmaba que “Me parece que el boxeo, con Paulino y todo, pronto va a quedar relegado a segundo término”.

Y como un mito entierra a otro mito, el Sastrín de Rucayo a pesar de ser un peso ligero hizo terrenal  al molinero  tras derrotarle en el Provincial de 1933 cuando éste ya tenía 43 años a diferencia del sastrín, que además de su indiscutible calidad se encontraba en pleno apogeo. Una derrota que no empaña su carrera pero en cambio resalta la grandeza del deporte y de esta vida

 

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